Está claro que el veredicto de un juicio no se basará en la actitud de las personas que estén implicadas, pero lo cierto es que existen unas reglas básicas de comportamiento que, de no ser atendidas, pueden inclinar la balanza de un lado o de otro. En el presente artículo damos algunas de las claves para que ganar o perder un juicio no sea cuestión de buenos o malos modales en este contexto. En dos artículos sucesivos seguiremos tratando este tema en profundidad, debido a la gran importancia que tiene.
Es normal ponerse nervioso ante el interrogatorio de un fiscal o
del abogado contrario, incluso del juez. Pueden surgir preguntas que
nos incomoden, pero ante todo hay que mantener la calma en todo momento.
No es sencillo ni agradable estar en una sala en la que todo el mundo
le mira a usted en espera de su respuesta. El consejo que le ofrecemos
parecería de Perogrullo pero no lo es, créannos. Ahí va: cuando se
disponga contestar a la pregunta en cuestión, mire a quien se la hace.
Es decir, si le pregunta el fiscal, mírelo a él mientras habla, y lo
mismo vale para el juez o para su abogado. Lo normal es que ante tanto
desconocido, cuando le pregunten, sea quien sea, usted dirija la mirada
hacia la única persona que conoce en la sala, esto es, su abogado. Pero
no debe hacerlo, pues esto puede darle al juez (que es quien deberá
decidir sobre la causa, a su favor o en su contra) la sensación de que
no recuerda la respuesta (o la mentira) que ha “pactado” con su letrado.
Si no ha entendido la pregunta (o necesita un poco de tiempo para poner
en orden sus ideas), haga algo muy sencillo: pida que se la repitan,
con educación, así de simple.
El siguiente consejo en realidad engloba muchos pequeños detalles que, en un primer momento, le pueden resultar tan obvios que crea que no debe tenerlos presentes, pero se equivoca: son cuestiones tan simples que, por ello mismo, siempre se pasan por alto. Y no le interesa en absoluto. Podríamos resumirlo con las siguientes palabras: “estese quieto”. Y esto hace referencia a: no se ponga gafas de sol y juguetee con ellas, ni se las ponga tipo diadema; no toque el móvil (déjelo guardado y, por favor, póngalo en silencio, o mejor, en modo avión o apagado); no haga ningún comentario (ni en voz alta ni farfullando) a los discursos ni de su abogado, ni (por supuesto) del contrario, ni del juez ni del fiscal; no toque sus pertenencias (bolsos, carteras, etc.); y no pida la palabra levantando la mano. Tenga en cuenta que la imagen que debe desprender en una situación como esta es de un buen ciudadano, educado, tranquilo y sosegado: esta es la imagen que se le debe quedar grabada al juez en el momento en el que se disponga redactar la sentencia, algo que hará unos cuantos días después del juicio (alrededor de un mes), y, créannos, la tendrá en cuenta.